Sunday, June 15, 2008

CRÓNICA DE UN VIAJE A TOLEDO 1


Dedicado a las siguientes personas que tuvisteis la paciencia de aguantar mi carácter y el ritmo de mi marcha:



Ana Perales, Edu Piqueras, Marga Hacha, Marian San Román, Antonio Miralles, Isabel Martínez, Lola García, Elvira Malfagón, Manuel Gómez, Josefina Valls, Vicente Casquete, Josefa Espinós, Carlos Casquete, Mª Luisa Izquierdo, Félix Cañego, Hortensia Escalada, Conchita Pérez, Amparo Ortega, Francisca Peris, Angelita Bas, Carmen Martí, Carmen Laborda, Carmen Uscola, Paqui Piquer, Concha Piquer, Lorena Gómez, Lola Duval, Mercedes Martí, Pilar Hernández.




Con el deseo de que la memoria de esta “peñascosa pesadumbre, gloria de España y luz de sus ciudades” como llamó Cervantes a Toledo os persiga siempre. Con mi verdadero afecto. Pedro.






DÍA 11 DE JUNIO DE 2008



Salida de la escuela a las 08:15 horas. Compañía Palao (Sánchez) y conduce Damián. La carretera de Madrid está prácticamente vacía por la huelga del transporte. Pero a los pocos kilómetros se estropea la válvula que cierra la puerta delantera derecha del autobús. Nos detenemos unos minutos para que el chófer pueda atarla y que no se abra. Continuamos camino hasta S. Clemente donde cambiamos a una carretera recién asfaltada y en muy buen estado (vía Villarrobledo y Tomelloso) antes de salir a la autovía de los Viñedos. A mitad de camino aproximadamente hacemos la única parada técnica y almorzamos. A partir de ahí y hasta Toledo visionamos la película de Buñuel “Tristana” para ir familiarizándonos con Toledo. Los días posteriores reconoceremos varios de los lugares que allí salen: hospital Tavera, S. Pedro Mártir, calle de S. Clemente, Zocodover, etc... Alguna mosca infiltrada entretiene nuestros manotazos sin rumbo. Llegamos a Toledo poco antes de las 14:00 h. Tras entrar por la fuente de Cabrahigos nos detenemos frente a la entrada del recinto que lleva al Palacio de Galiana. La verja está cerrada, pero en muy pocos minutos se presenta el casero que nos franquea la entrada y le seguimos hasta el Palacio. Los jardines, bellísimos y bien cuidados, fruto de un segundo Manostijeras. Cipreses podados y redondeados como pirulís. Setos con formas ondulantes, etc.. Entramos en el palacio y visitamos las estancias inferiores con ventanas geminadas, arabescos, arcos de herradura y polilobulados, una alberca en la planta inferior nos da sensación de refresco. Subimos a sus terrazas y hermanados con sus almenas lanzamos nuestra vista sin límites hasta la monumental Toledo. Ávidos nuestros ojos no saben dónde asentarse con detenimiento.



EL PALACIO: HISTORIA Y LEYENDA. Dice José María de Areilza:




“El castillo de traza mudéjar, todo de yedra revestido, evoca un pasado legendario en el que es difícil separar la realidad del ensueño; el hecho histórico, de la creación poética. La Huerta del Rey, que así se denomina el trozo de la vega feraz que se asoma al río, fue asiento de los reales de Alfonso VI durante el larguísimo asedio que precedió a la toma de la ciudad. Pero antes ya había sido jardín y pabellón de baños de los reyes musulmanes que levantaron sus palacios en el casco urbano sobre el puente de Alcántara, edificios que después de la conquista se convirtieron al cabo de los siglos en iglesias y conventos cristianos.¿Quién fue la Galiana que dio nombre a estos parajes? Hay tantos sedimentos superpuestos en la historia de Toledo que es difícil mantener intacto el hilo de la rebusca. Menéndez Pidal es la aguja imantada de los que bucean rincones oscuros de nuestro ayer. Galiana es la mora bellísima de la que se enamoran cuantos la ven, la entrevén o simplemente oyen hablar de ella. El joven Carlomagno, del que no se sabe nada a ciencia cierta hasta que cumplió sus 26 años, fue de estos últimos. Se enamoró de oídas de la bella Galiana. Eso dicen varios poemas épicos del ciclo carolingio. Carlomagno, como El Cid siglos más tarde, también tiene sus fabulosas e inventadas Mocedades. Viene el hercúleo príncipe franco-germano desde su palacio bordelés en la Aquitania a buscar pendencia y arrebatarle Galiana, hija de reyes moros, al gigantesco Bramante, musulmán también, que la tiene secuestrada. Descomunal es la batalla que se riñe en el valle Samorial. No solamente vence Carlomagno, sino que se lleva como trofeo la espada Durandarte, cuyo filo mágico garantiza las victorias. Galiana se marcha a desposarse con el vencedor. ¿Carlomagno tendría a partir de ahora una espada cuya hoja había sido templada en aguas del Tajo, incluso superior a la Joyeuse, que figura como suya en el tesoro y mausoleo de Aquisgrán? Don Ramón, minucioso siempre, encontró cerca de Cabañas de la Sagra un valle que se llama Salmoral por estar el suelo salobreño empapado de salitre. ¿Sería esta toponimia tan precisa una prueba de que el autor del poema, francés según algunos, toledano según otros, conocía al detalle los parajes cercanos a la ciudad? Otra versión de Galiana es menos poética, pero quizá más verosímil. La senda Galiana era el nombre que se daba a la ruta que desde Toledo, orillando el Tajo, subía hacia Guadalajara, buscando los portillos pirenaicos en demanda de la Aquitania. Sobre la antigua calzada romana de Lisboa a Burdeos se fue creando una ruta que, con itinerarios algo distintos, llevaba al mismo término. Ese camino, o cabaña ganadera, se llamó la senda Galiana, es decir, la senda de los Galias. Era un segundo camino francés como el que se iba estableciendo en el Norte por los peregrinos jacobeos, el de Santiago, esa inmensa riada cultural y religiosa que fecundó nuestra arqueología y nuestro ser durante la temprana Reconquista. El alcalde, casi vitalicio, de Burdeos Chaban Delmas, que asistía a la tertulia y nos preguntaba sobre esos temas, quedó impresionado por la concatenación de las dos culturas, la hispana y la francesa, que demuestra el légamo de la historia común. Alfonso VI, que rescató Toledo del islam y dirigió la campaña de seis años desde este paraje, ¿no fue el más afrancesado de los reyes castellanos -"el más atormentado" lo llama Sánchez Dragó-, con su generosidad ilimitada hacia los monjes de Cluny? ¿No lo eran asimismo doña Constanza y el abad Bernardo, que cristianizaron a la fuerza sinagogas y mezquitas? ¿No había en Toledo en el siglo XII una numerosa colectividad francesa casi tan importante como la mozárabe y la judía, que dejó nombre y rastro en la primitiva cal de francos? Subimos a las galerías y terrazas del viejo palacio de los baños de Galiana restaurado. Desde los arcos abiertos hacia el río se adivinan entre las adelfas los restos de las clepsidras que medían el tiempo con el agua. Toledo fue siempre rico en artificios fluviales. Pero los relojes de agua vinieron a Europa desde la remota China, que los perfeccionó y los guardó en secreto para el uso exclusivo de los emperadores. Medir el tiempo era sujetar la vida. Controlar la existencia humana era un privilegio del poder político. Los árabes aprendieron de la cultura china los últimos adelantos de esta cronometría hidráulica. Las clepsidras de Galiana eran célebres en Occidente porque su constructor, Azarquiel, ideó un sistema de medición del tiempo lunar o calendario de 29 días en el que la gravitación de nuestro satélite hacía subir o bajar las aguas. Era un reloj de luna. Pero no a la manera del que existe en el claustro de la cartuja del Paular, que mide las horas nocturnas con el reflejo lunar. Éste era un reloj de mareas. Otra historia se inserta aquí, entre los arcos y las finas columnas del palacio. Los capiteles nos muestran leones rampantes y calderos jaquelados del apellido Guzmán. Fueron los torreones de Galiana, en pleno siglo XIV, nido de amores y descanso estival de Alfonso XI y de doña Leonor de Guzmán, "que era en hermosura la más apuesta mujer del reino", dicen las crónicas. Ocho hijos tuvieron de su fecundo, ilegítimo y larguísimo entendimiento, del que salió una guerra civil y el arranque de una nueva dinastía, la de Trastámara, en nuestra nación. ¡Hasta dónde llega la continuidad del pasado en países de tradición antigua! Todavía la penúltima propietaria de la Huerta del Rey y de las ruinas de Galiana era una dama del linaje de Guzmán, emperatriz que fue de los franceses: Eugenia de Montijo. El cielo se anubló y entró la lluvia a oscurecer la tarde. El sol se convirtió en un punto opaco de luz envuelto en halo, tras las nubes de la tormenta. Toledo mirado desde abajo se perfilaba como una crestería fantástica que recordaba a las vistas de Toledo con tempestad que pintara en ocasiones el Greco. Toledo es una ciudad secreta e inexplorada. Guarda más cosas que las que enseña al visitante. Fue símbolo de poder y de unidad. Y también plataforma de tolerancia. Cada piedra, cada rincón, rezuma memorias del ayer. Y late en ella un pulso de vida subterránea que habla de ocultos pasadizos, de escondidas galerías, de cuevas ignotas que acaso no sean sino metáforas del espíritu, del genio de la ciudad. Formas imaginativas de la España críptica a que obligaba en ocasiones la intransigencia del poder. "Toledo duerme -no sé si sueña- encaramado en los rocosos y escarpados arribes del Tajo que se lanza desde las sierras que lo regozan en la meseta de Castilla la Nueva", escribió don Miguel de Unamuno. Yo he visto nacer el Tajo en el manadero inicial de Fuente-García, al pie del cerro de San Felipe, en tierra aragonesa limítrofe de la conquense. ¿No sería preciso que el poder público devolviera al fluvial cinturón que ciñe a la histórica capital de la Reconquista, hoy contaminado de los peores detritos industriales y orgánicos, su cristalina belleza originaria? ¿No lo merecen cuantos siguen viviendo, como dijo Garcilaso, "del Tajo en la ribera"? ¿No es el mínimo respeto que exige, ese río al que el poema del Cid califica así: "Tajo, que es una agua mayor"?”



LEYENDA



La Reconquista de Toledo por Alfonso VI en 1085 a los musulmanes, aún continua inspirando grandes aventuras caballerescas, siendo una de las tradiciones más arraigadas en la ciudad y sobre la que se han narrado muchas leyendas. A las afueras de Toledo, en la vega del Tajo, en un paraje que en los tiempos en los que transcurre esta leyenda hubo de ser un vergel paradisíaco, tras la actual estación del AVE y aislado y poco visible por un muro vegetal, se encuentra el “Palacio o Castillo de Galiana”, paraje también llamado “Huerta del Rey”.
Es posible que el nombre le venga del recuerdo de la
princesa Galiana, para quien lo mandase construir muy posiblemente su padre el rey Galafre a finales del VIII o principios del IX, si bien otros creen que esta fue una finca de recreo construida por Al-Mamun, rey taifa de Toledo, y que por recuerdo de los fabulosos palacios que existieron junto al Alcázar se le puso este nombre. Este lugar estuvo rodeado por frondosos jardines, estanques y fuentes. Aquí estuvo la famosa “clepsydra” construida por Azarquiel, reloj de agua que marcaba las horas según las fases de la luna y perduró hasta el reinado de Alfonso VII, que la desmontó para estudiar su funcionamiento y crear otras… Pero lo que realmente nos interesa, además del monumento, son las bellísimas leyendas que alberga. Una de las más conocidas hace referencia a Alfonso VI, rey que reconquistó la ciudad de Toledo:
Alfonso VI huyendo de su hermano y de su prisión en el monasterio de Sahagún disfrazado de monje, llegó a refugiarse en Toledo con el rey musulmán Al-Mamum, que le acogió amablemente y le ofreció para su residencia temporal el palacio de Galiana, a las afueras de la ciudad. A cambio, y como acuerdo entre ambos reyes, se decidió que Al-Mamun trataría correctamente al rey cristiano y a sus caballeros, les alimentaría y proporcionaría seguridad, y Alfonso respetaría la ciudad, sería leal al rey y no saldría de los límites de la ciudad sin su licencia, además de ayudarle en cualquier necesidad. Durante este período, Alfonso llevó una vida tranquila, dedicada a la caza, los paseos por las nítidas orillas del Tajo y las diversiones cortesanas típicas de la época, conversando con los muchos eruditos que el rey Al-Mamum cobijaba en Toledo, y muy sorprendido por el grado de civilización de aquellos a los que consideraba sus enemigos. A pesar de todo, el Rey añoraba la lucha por la defensa de sus derechos por el trono.
Un buen día, Al-Mamun acudió a un ágape organizado por Alfonso en el Palacio. Tras la comida, la conversación entre reyes derivó hacia la importancia estratégica de la ciudad de Toledo, sus notables fortificaciones, las guerras que asolaban la península, entre Taifas, por la reconquista… El rey moro, pensativo, y acompañado de sus consejeros y caballeros salió a los jardines continuando con la conversación, preocupado por los pensamientos del Rey Cristiano. Todos descansaron bajo unos frondosos árboles. La conversación sobre las guerras continuó y derivó hacia la imposibilidad de que Toledo fuera subyugada por la fuerza. Algunos afirmaban que un asedio no rendiría la ciudad, mientras otros afirmaban lo contrario. Otros afirmaron que sería posible la captura de la capital quitándole el abastecimiento por seis años continuados, arrasando los campos que la proveían, los viñedos y los árboles que la rodeaban. Al final, la idea se dio por buena por los consejeros del rey Al-Mamum, y llegando a la conclusión de que sería posible utilizando una gran cantidad de hombres, tiempo y mucho dinero. Alfonso, al verse sólo había salido al jardín y hábilmente oculto tras unos matorrales había escuchado toda la conversación de los eruditos consejeros del rey musulman, simulando que estaba dormido. Al-Mamum, de nuevo preocupado por las implicaciones que este hecho podría tener sobre su reinado, se levantó y vio a poca distancia a Alfonso, bajo una sombra y como si durmiera. Preocupado por la posibilidad de que el rey hubiera escuchado las disquisiciones estratégicas de sus consejeros, le entró la terrible sospecha de si realmente estaría durmiendo o habría escuchado toda la detallada conversación. Para comprobarlo y saber la verdad, ordenaría en voz alta, para que Alfonso si estuviera despierto lo escuchara, que le echasen plomo derretido en la mano que tenía extendida. Así lo hicieron los hombres de Al-Mamum… Trajeron el plomo y un fuego en el que lo derritieron. Sólo en el momento en el que el plomo cayó en su mano, horadándola, fue cuando el monarca despertó, lanzando un terrible grito. La actitud del rey leonés, que no se había inmutado aunque estaba despierto y a sabiendas del plomo que le esperaba, tranquilizó a los musulmanes, creyendo que no había escuchado nada de su conversación. Desde aquél momento se conoció a Alfonso VI como “el de la mano horadada”. La conversación escuchada en el jardín del Palacio de Galiana, que bien le costó una importante herida en la mano, también sirvió años más tarde para que tras un duro y prolongado asedio, Alfonso VI entrase victorioso en la ciudad de Toledo. También otras leyendas, aún más terroríficas, se asignan a este espacio denominado “Palacio de Galiana”. Cuenta la tradición que en estos parajes, antiguamente muy frondosos de vegetación, era frecuentado a caballo por el espíritu de un tal Abenzaide, que, herido en su amor propio por no verse apoyado en sus amores con la princesa Galiana, y dando terribles gritos en la noche de la vega toledana, aterrorizaba a cuantos se atrevían a pasar por estos parajes. Durante el asedio de la ciudad por Alfonso VI en 1084, y recordando su grata estancia invitado por los musulmanes a los que ahora atacaba, y viendo que la caída de la ciudad se retrasaba más de lo calculado inicialmente, se aloja en estos palacios con parte de su corte. Una noche que paseaba por los jardines, se le apareció Abenzaide, que ofendido como fue por los entonces moradores de Toledo, mostró al rey leonés cómo acceder de forma sencilla tras los recios muros de la ciudad, y así conquistarla. Cuenta la leyenda que tras aquella noche, Alfonso VI reconquistó Toledo, la ciudad que se suponía inexpugnable, y entrar en ella con sus hombres de forma triunfal el 25 de mayo de 1085.



RELATO DE LA TARDE: Sobre las 15:00 h. salimos hacia el hotel donde nos reparten habitaciones y tomamos nuestra primera ducha reparadora del viaje. A todos nos parecen espléndidas las habitaciones; algunas más afortunadas tienen hasta un reservado particular en la terraza con vistas sobre Toledo. Habitaciones espaciosas, lavabos amplios, limpios y cómodos. Quedamos para cenar a las 21:30 y, como la tarde del miércoles es buena para visitas gratuitas, salimos inmediatamente para Toledo. El autobús nos deja en la rotonda que hay delante del Hotel el Cardenal (antiguo palacio del Cardenal Mendoza). Pasamos por debajo de la puerta de Alfonso VI (antigua puerta de Bisagra), triunfantes, como lo hizo el rey que acordó la rendición de la ciudad a los árabes. Seguimos por una calle plataforma que queda por encima de la bellísima Puerta del Sol. Se ve su frontispicio con el medallón y un relieve triangular con tres composiciones: la imposición de la casulla a San Ildefonso por la Virgen, hecho acaecido en 666 como premio por su defensa de la virginidad. También el juicio del rey a dos doncellas ofendidas por un señor de la ciudad. Y entre medias, como insignia, los recortes del sol y la luna. Sus hermosos arcos de herradura, apuntados los de entrada y salida, de perfecta herradura los centrales; sus matacanes ciegos; su doble arquería ciega (de herradura la inferior y polilobulada la superior), sus elegantes almenas, su alfil sobre dos columnas visigodas reutilizadas... da al conjunto un grácil elemento de vigilancia que tiene más un gesto de abrazo recepctivo que no de adusto rechazo. ¡Qué bello es ascender a las alturas de la ciudad rozando esta embocadura! Poco después pasamos bajo la puerta de Valmardón con su cuádruple arquería de medio punto con dovelas de granito y que dio nombre a la mezquita del Cristo de la Luz. Valmardón significa puerta cegada; llegamos así a la joya de la corona:




LA MEZQUITA DEL CRISTO DE LA LUZ



Joya de la arquitectura califal, pequeña copia en Toledo del sabio hacer musulmán en Córdoba allá por el año 1000. Está en un estado que amenaza ruina por lo que la están restaurando y no hemos podido ver en su integridad los 27 volúmenes que la conforman con sus nueve cupulillas nervadas con dibujos desiguales y unos arquitos breves sobre columnitas de mármol (lo que yo llamo un cubo de Kubrick arquitectónico, más alta la central rematada en cúpula). Todo sostenido sobre cuatro columnas visigodas con sus capiteles toscos –una de ellas es recomposición- pero que sorprenden por su imposta en cruz que posibilita el apoyo de cuatro arcos de herradura (a las otras columnas y a los pilares del muro). Grácil y enigmática, atesora los secretos del ladrillo del arte musulmán. Su fachada con tres puertas (más alta la central) con arcos de herradura. Por encima y sobre unas impostas que surgen del muro arranca un friso amplio con 6 arcos de herradura entrelazados y por encima dos rectángulos (el exterior adornado con ladrillos en esquinilla o dientes de sierra y el interior con una composición de calados romboidales). Una inscripción cúfica árabe sobrevuela este motivo con una leyenda sobre constructor y mecenas de dicha mezquita: ”Bismala (en el nombre de Alah) Ahmad ibn Hadidi, noble taifa toledano, hizo alzar esta mezquita bajo la dirección de Musà ibn’Ali, arquitecto..” Una elegante hilera de canes sostiene un tejado árabe a cuatro aguas. La fachada lateral que da al patio tiene sus tres correspondientes puertas con arcos de medio punto rebajados y con alfil que cobijan a otros tres arcos de herradura sustentados sobre pilares de ladrillo. Por encima un friso de 6 arcos de herradura con las dovelas pintadas al estilo de la mezquita de Córdoba, con arcos sobrepuestos trilobulados. Friso de ladrillo en esquinilla, canes y tejado. Un ábside doble de dos cuerpos presenta el inferior con arcos semicirculares trasdosados y el superior con arcos de herradura trasdosados por arcos de 11 lóbulos. El interior del ábside deja ver algunas pinturas románicas antiguas y muy deterioradas por la humedad. La parte débil del edificio es su cimentación que están reforzando para que no se abran sus muros ni se balancee su estructura. El jardín está actualmente desmontado y queda solo y desvirtuado el pozo de su flanco lateral. Esperemos que esté pronto rehabilitado para poder admirarlo en su sencilla complejidad. Una leyenda en la pared reza: “Los ojos de Alfonso VI pudieron contemplar, tras la grieta de un muro, cómo la luz eterna de un candil iluminaba un crucifijo”. A las puertas de la mezquita una piedra blanca y antigua mantiene la leyenda del caballo del Cid que se arrodilló allí mismo al entrar el ejército real en 1085 hasta descubrir la iglesia que estaba tapiada. Anteriormente existió una iglesia visigoda con Atanagildo. La iglesia fue donada a la orden de S.Juan del Hospital con la advocación de la Santa Cruz y de ahí por corrupción de la Luz. Tras tan breve y sustanciosa joya, desandamos el camino hasta la puerta de Alfonso VI. Subimos por las escaleras mecánicas. Una vez arriba dejamos Diputación a la izquierda y doblamos a la derecha por la calle Real en dirección a la Puerta del Cambrón. Vemos la fachada de S. José, convento carmelita donde residió Sta Teresa con su letradillo, monja que reposa de cuerpo incorrupto en una urna de cristal junto al altar. Nadie pidió entrar a verla. Dejamos la Puerta del Cambrón a nuestra izquierda y nos dirigimos a S.Juan de los Reyes; dejamos los exteriores para la vuelta y nos adentramos en el interior: una hornacina con un esqueleto esperando la resurrección nos inquieta desde el dintel de la puerta de entrada al claustro. Visitamos primero la iglesia gótico-isabelina con sus calados, burbujas, esculturas sobre pedestal y con doselete, las iniciales de los Reyes por todos lados, con sus escudos, el yugo y las flechas y las dos soberbias tribunas de los reyes en alto a izquierda y derecha del crucero. Contemplamos la tabla gótica del retablo con un calvario y escenas de la vida de Cristo, su cúpula sobre pechinas y el cimborrio con linterna. Las ventanas del cimborrio fueron selladas en tiempos pasados por seguridad. Todo el conjunto tiene una forma de túmulo o catafalco con los pináculos semejando cirios. En el resto de la iglesia, varias capillas de valor, el Cristo de la buena muerte a los pies; el coro y la estatua de su clave (posiblemente del arquitecto Juan Guas). La admiración no para cuando pasamos por la puerta que comunica con el claustro: ya en este, arcos conopiales, esculturas casi del natural sobre peana y con doselete, motivos vegetales, crestería gótica, bóvedas de crucería con motivos en la clave (los nervios no se juntan en el centro), Y el artesonado (riquísimo y bellísimo el del claustro alto). Pero hemos de continuar pues tenemos dos horas por delante para poder admirar otros monumentos artísticos que cerrarán sobre las 18:30. Información sobre San Juan de los Reyes: os remito a esta bella página con toda la información e imágenes del monasterio; tiene 10 páginas. Id pasándolas todas pinchando en los números de la parte inferior. http://sanjuandelosreyes.org/mon/mon1.html



Ya en la calle de Reyes Católicos un coche se subió a la acera y estuvo a punto de atropellar a Elvira, pero sólo sufrió un golpe en el codo cuyo dolor remitió a lo largo de la tarde. Menos mal. Entramos en la sinagoga de Santa María la Blanca: las explicaciones de la misma las encontraréis a continuación, pero recordad sus cinco naves (más alta la del centro y descendiendo en altura las laterales) sobre columnas octogonales revestidas de blanco estuco; sus capiteles con motivos espirales o piñas; los adornos geométricos que había entre estos motivos eran todos diferentes. En las galerías altas un friso de finísimo encaje (más ancho el de la nave central) deja ver a intervalos unas veneras (más en relieve las de la nave central) y por encima otra galería de arcos ciegos sobre delicadas columnitas). En el muro de los pies, unas celosías que junto con los ósculos redondos de todo su contorno dejan pasar la luz. En su cabecera, un ábside con pinturas románicas en mal estado y en restauración nos hablan de su conversión de sinagoga judía en templo cristiano azuzados los toledanos de entonces por las predicaciones contra los judíos del supuesto santo Vicente Ferrer. Recordad cómo os sorprendió en la cúpula el paso de un espacio rectangular mediante pechinas a otro octogonal y de este al circular en la cúpula de la cabecera. A la salida de la sinagoga vimos excavada en el suelo un área con galerías para mantener aireada la planta de la sinagoga para evitar los problemas de humedad que vimos se cebaba con las pinturas al fresco de la cabecera. Información completa sobre esta bella sinagoga la tenéis en el siguiente enlace en cuyas fotos reconoceréis los motivos más importantes de la misma. http://www.toledosefarad.org/JUDERIA/blanca.php


No fue menester apresurar el paso; nos detuvimos los suficiente en la sinagoga como ya habíamos hecho en San Juan para poder contemplarla a gusto; pero como queríamos admirar el cuadro de “el entierro del Conde de Orgaz” de El Greco, salimos de la sinagoga y nos dirigimos a la iglesia de Santo Tomé, en una de cuyas capillas está. Nuestro grupo estuvimos prácticamente solos ante el impresionante cuadro. Recordamos los puntos más interesantes que destacamos:



** Cuenta la historia del enterramiento de este caballero a quien asisten San Agustín y San Esteban. Sus riquísimas vestiduras hacen de puntos de luz para la parte baja del cuadro (la que representa la escena terrenal). En la dalmática de S.Esteban está representado el cuadro de su martirio. Entre el séquito de personajes están los retratos del propio Greco con barba rubia, de Covarrubias (un amigo suyo, retratado entre los cuadros que expusieron aquí en Valencia), el mismo personaje que posó para el cuadro del “caballero de la mano en el pecho”, el cura de la iglesia de Sto Tomé que le encargó el cuadro al Greco, caballeros de su época y su hijo con un billete en su bolsillo que pone el año de su nacimiento (por eso pensamos que el niño es el hijo del Greco y no el de Felipe II). Hay un gesto contenido y una actitud reverente entre los asistentes, grupo que se completa con tres frailes a la izquierda, y los portahachas (hacha = cirio). Los cirios mortecinos no son puntos de luz para iluminar el cuadro. Interesante escorzo del caballero exangüe.



** El sacristán con roquete transparente levanta su mirada hacia el cielo. Es el único punto de contacto entre los dos mundos que se están representando, el terreno y el celestial sirviendo así de enlace entre ambos. Hay un elemento neutro que también se ingiere en el mundo superior: la alta cruz procesional que sostiene el cura.



**El estudio de las manos: parecen un vuelo de aves, desde la mano izquierda del hijo del Greco que sostiene un hacha, pasando por su mano derecha que señala la escena del entierro, la mano del fraile dominico, las dos manos del caballero de la mano en el pecho, las de otro caballero y las dos del sacristán... hay un vuelo en espiral que recorre el cuadro de izquierda a derecha dando la sensación de un reposado movimiento ante una escena tan hierática.



**Hay personajes sin representar por completo; solo aparece alguna parte y el resto se sale del cuadro, pudiéramos decir.



**Dos de los caballeros son miembros de la orden de Santiago (cruces rojas) ; su separación discreta da equilibrio al juego de luces.



**Juego de luces claros/oscuros: contraste entre los trajes negros de los caballeros y sus golas de encaje blancas y el pálido de sus caras y calvas.







**En el mundo supraterrenal se cuenta la historia del recibimiento del alma del difunto en forma de pequeño infante que sostiene un arcángel en sus brazos elevándolo para que, con la intercesión de la Virgen y de S.Juan Bautista, sea acogido en el seno celestial, pues con su mano derecha señala a S.Pedro que abra sus puertas (él lleva el manojo de llaves del cielo).



**Contemplan la escena en el lado izquierdo: David con su arpa, Noé con el arca, Moisés con las tablas de la ley. Cabezas de querubines y ángeles juguetones recorren el punto de unión de ambos mundos.



**Detrás de S.Juan Bautista están San Pablo con su espada. A sus espaldas, una corte celestial entre los que figura Felipe II, pues El Greco quería congraciarse con él, pues a pesar del fracaso de su pintura “el martirio de San Mauricio”, sigue teniendo aspiraciones a convertirse en pintor real.



**En este cuadro El Greco maneja por igual las proporciones ajustadas de los personajes (la escena terrenal) y la desproporción manierista de algunos personajes de la escena celestial; por lo que esta técnica la aplicaba a voluntad y no como fruto de una enfermedad de la vista.




Abandonamos la capilla de Santo Tomé casi absortos por la técnica y estructura de la historia que acabábamos de contemplar. En la calle nos restregamos los ojos para que estos se acostumbraran de nuevo a la realidades cotidianas. Miramos a nuestra izquierda, pero no pudimos ver la fachada del palacio de los Condes de Fuensalida, sede del gobierno de la Comunidad, por estar en restauración y cubierto por un enorme lienzo. Salíamos justo con la hora cumplida para el cierre por lo que no pudimos visitar la otra sinagoga, la del Tránsito. Se os queda pendiente para otra visita a Toledo. Por ahí, por todo ese barrio que habíamos transitado vivieron mayoritariamente los judíos hasta la expulsión por los Reyes Católicos; se dedicaban a la recolecta de impuestos, por lo que cobraban una comisión. Así algunos se enriquecieron y se hicieron banqueros de su tiempo (prestando a interés) y algunos llegaron a desempeñar altos cargos como Leví que fue tesorero con el rey Pedro El Cruel y benefactor de las sinagogas. Podéis recordar aquí la leyenda de “La cueva de la mora” o la del “pozo amargo”, variantes de judías enamoradas de cristianos.



LA CUEVA DE LA MORA: Cuentan que una vez en cierto lugar de Castilla, en la época de la Reconquista, existió una ostentosa vivienda de un árabe famoso por sus riquezas, y también por tener a una hija de gran belleza y discreción, a quien ninguno de sus pretendientes moros había logrado conquistar. Un día llegó hasta allí un caballero cristiano que se enamoró perdidamente de la joven doncella y fue correspondido por ella con la misma pasión. Secretamente se veían todos los días y se prometían amor eterno, pero aquella situación se fue haciendo cada día más difícil para la doncella mora por las diferencias de raza y religión que les separaban. La familia de ella cada vez estaba más en contra debido a los odios que existían entre árabes y cristianos que cada vez aumentaban más por las guerras en Castilla. Por tal motivo le prohibieron a la joven que continuase sus relaciones con el caballero castellano. Secuestrada la doncella en la casa de sus padres, no pudo nunca más ver de nuevo a su amante, y éste, desesperado ante tal situación, marchó a la guerra contra los moros, abandonando para siempre aquellos lugares. En vano esperó la muchacha su regreso, y nunca recibía noticia alguna de su suerte. Nunca pudo saber si su desesperación le había impulsado a buscar la muerte en el combate, o si la habría olvidado por otra mujer. Pero ella nunca dejó de mantenerse firme en sus sentimientos y continuó esperando año tras año su regreso. Para corregir tal actitud, su padre ordenó casarla varias veces con jóvenes de su misma religión, pero ella los rechazaba aún en contra de la voluntad familiar. Un día su padre, cansado de tantas afrentas, decidió castigarla para ver si podía domar sus sentimientos, pero no sabía que los sentimientos sinceros nunca pueden ser cambiados. Ordenó que la encerraran en una cueva de aquellos parajes, creyendo que así vencería su obstinación. Pero todo era inútil, ella aceptaba el castigo con humildad y resignación, se dejó encerrar y siguió en ella llorando la pérdida de su amado con la esperanza siempre viva de su regreso. Dice la leyenda que allí pasó unos cuantos años y que por fin murió de pena, en la gruta que desde entonces se conoce como la cueva de la Mora. Cuentan también que su alma, siempre esperanzada, vaga todavía por allí, aguardando la vuelta del caballero cristiano, y que todos los años en el mismo día de su partida, el espíritu de la joven se libera unas horas de su cautiverio y sube hasta la colina para otear el horizonte por donde espera ver regresar a su amado, algunos afirman que una figura muy blanca y muy bella se deja ver en las noches oscuras, otros dicen que es simplemente un rayo de luna... Un enlace con la leyenda de EL POZO AMARGO e ilustraciones tenéis aquí:


http://leodegundia.blogspot.com/2007/03/leyenda-toledana.html



De vuelta nos metimos en el museo Victorio Macho edificado sobre una inmensa roca anclada en la ladera del río Tajo y llamada Roca Tarpeya. El embrujo de las vistas sobre el tortuoso Tajo y sobre los cigarrales de enfrente hizo a algunos perder el sentido de la realidad y se lanzaron a beber agua de una fuente no potable. ¿Se debería a eso los ardores estomacales de los días siguientes? No pudimos entrar porque era hora de cierre. Las impresionantes esculturas de su madre sedente y de su hermano religioso yaciente se quedarán para la vuelta cualquier otro día no muy lejano. Y yo me ahorré el euro y medio, único óbolo hasta el momento, que os prometí devolver en caso de que el espacio os decepcionara. Pero aquí tenéis de nuevo un enlace a ambas esculturas y a datos del escultor:




http://www.oronoz.com/leefoto.php?referencia=%2042581&usuario=


http://www.revistaiberica.com/museos/museovictoriomacho.htm


http://www.oronoz.com/leefoto.php?referencia=%2042579&usuario=


¿Quién era Victorio Macho? http://www.esculturaurbana.com/paginas/mach.htm



¿Recordáis que Victorio Macho fue uno de los intelectuales pro-republicanos que asistieron en Valencia en la Casa de la Cultura de la calle de la Paz al congreso del que fue portavoz el poeta Antonio Machado?. Con la impronta en vuestras retinas de las esculturas que os habrán proporcionado dichos enlaces nos alejamos de Roca Tarpeya en dirección a la Puerta del Cambrón, para bajar al puente de San Martín. Algunos pies ya iban proclamando un cansancio incipiente. Nos paramos ante la fachada ya cerrada del monasterio de San Juan para explicar lo relativo a las cadenas de sus fachadas, a la portada del convento con la cruz enigmática sin Cristo y un pelícano en el tope de su palo mayor; vimos de soslayo el palacio de la Cava y sin más preámbulos que algunas fotos al socaire de su amplia explanada bajamos hasta el recinto del puente de piedra con dos torreones a la entrada y salida de la ciudad. No teníamos vista hacia occidente porque nos la hurtaba un inmenso lienzo que cubría la restauración de su flanco y nos imposibilitaba ver desde allí, mirador privilegiado, el torreón de la Cava, pero sí sus cinco vanos de diferente amplitud y su historia que ahora os consigno:



Puente medieval situado en la zona Oeste de la ciudad de Toledo desde el que se contempla una vista magnífica de la ciudad. Fue construido a cargo del arzobispo don Pedro Tenorio en el siglo XIV, quien dispuso la traza definitiva de cinco arcos y dos torreones hexagonales almenados en ambos extremos (una inscripción sobre una lápida en el torreón de salida hace referencia a esta obra). Durante el reinado de Carlos II de España se reformó, ensánchadose sus accesos y, un siglo más tarde, se pavimentó. De ambas reformas queda una inscripción en el muro interior del torreón de entrada, con el escudo imperial flanqueado por dos reyes sedentes. Hay una leyenda que habla de la construcción del mismo y de cómo lo destruyó la mujer del constructor porque no se tendría en pie y para volver a levantarlo más seguro. Consultad la “Leyenda de la mujer del alarife” por ejemplo aquí: http://www.toledoaldia.com/puente_san_martin_toledo.htm


Aquí tenéis enlaces a las vistas del mismo: http://www.toledoaldia.com/nuevoproyecto/Fotos_PteSanMartin.htm http://www.mitoledo.com/Galeria/SanMartin/


Volvimos, no sin el pesar de tener que subir la enésima cuesta, hasta la Puerta del Cambrón que también luce el escudo bicéfalo de la ciudad en ambos lados de la puerta. Amenazaba lluvia y no pudimos acercarnos al torreón de la Cava, de manufactura árabe, bien conservado. Se trata de un puente de barcas con tres alturas según el caudal del cauce del río. La leyenda de la Cava conviene refrescarla. Aquí os la relato:



El conde Don Julián, con alto cargo en el norte africano, había enviado a su hija Florinda a la corte toledana en la que sin duda podría encontrar mejores partidos y una más refinada educación, La hermosa doncella acostumbraba a bañarse al píe de aquel puente de barcas, que entonces había en los parejos del actual puente de San Martín, y del que aún se conserva una parte de su cordón defensivo y uno de los torreones de enganche. Un buen día, Don Rodrigo descubrió el apetitoso cuerpo de Florinda y, como hombre que acostumbra a alcanzar todo lo que apetece o interesa, se dispuso a degustarlo al precio que fuera... Conseguido el festín, la joven recibiría el sobrenombre de La Cava, que traducido del árabe significa prostituta. Honor mancillado que requería una justa venganza al más puro estilo de la legislación goda; he ahí las razones que asistieron a la defección de Don Julián. ...Continua la leyenda con una segunda parte más tenebrosa. Florinda bajaba al río a diario a llorar sus "vergüenzas", penitencia que no interrumpió hasta caer muerta de dolor en aquel mismo lugar. Poco después los vecinos comenzaron a ver dos fantasmales espectros que aparecían en lo alto del torreón, figuras difuminadas de hombre y mujer que permanecían toda la noche con la vista clavada el uno en el otro Esta escena se sucedía de tiempo en tiempo y siempre coincidía con terribles tormentas y riadas que arruinaban les cosechas de los pobres colonos ribereños quienes guiados por su fe acudieron a un santo ermitaño de los cerros cercanos a pedirle se pusiera en oración y rogase a Dios el fin de tan siniestras apariciones. Cuando el viejo ermitaño se dispuso a orar, la misma Florinda se le apareció para rogarle, también ella, intercediera con sus rezos en favor de su alma arrepentida. Y el milagro se produjo; los despojos de Florinda, cuyo cuerpo había quedado abandonado en el torreón desde su fallecimiento, se recompusieron con la misma hermosura de su juventud y, ante las maravilladas miradas de los fieles toledanos, aquel atractivo cuerpo avanzó pacíficamente hasta sumergirse en las aguas del río. Desde entonces nadie ha vuelto a ver fantasmas por allí. Florinda había sido perdonada. Don Rodrigo murió o en la batalla del Guadalete, la que abrió a los musulmanes las puertas de España, o algo mas tarde, en cualquiera de las subsiguientes refriegas más al interior. No se sabe con el rigor que requiere la historia.


En cuanto a la Puerta del Cambrón, la palabra viene de cambronera, un arbusto espinoso muy común por la zona y que abundaba en los alrededores de dicha puerta, de ahí su nombre.


Historia La puerta del Cambrón es una de las más antiguas de la ciudad, pues posiblemente ya existía durante la dominación visigoda. De los musulmanes sólo conserva su estructura. En el siglo XV era denominada como puerta de los Judíos por situarse junto al barrio hebreo. Entre los años 1571 y 1573, por orden del corregidor Gutiérrez Tello, fue reedificada casi por completo, y allanado el camino de acceso. Los cambios posteriores fueron insignificantes, conservándose todavía las antiguas hojas de la puerta, chapadas de hierro. En 1936 sufrió algunos deterioros con motivo de un incendio durante la contienda civil, pero los daños fueron posteriormente restaurados.
Arte La puerta consta de dos fachadas. Tanto la interior, situada frente al monasterio de San Juan de los Reyes, como la exterior, que da a la Vega, están rematadas con dos torreones laterales. La fachada interior está estructurada en tres cuerpos. En el inferior se sitúa el vano de la puerta, enmarcado por un arco de medio punto entre dos columnas dóricas. En el cuerpo central junto con los cuatro vanos destinados a ventanas, coronados los dos inferiores con frontones partidos, sobresale el escudo real situado sobre una urna que contiene una talla de la imagen de Santa Leocadia, separada del escudo por la inscripción que hace referencia a la fecha de la construcción de la puerta. En la fachada exterior, sobre la puerta de acceso, se situaba la vivienda del alcaide y de los encargados de recaudar los derechos municipales. Dos grandes arcos, a manera de balcones, flanqueados con dos ventanas, estructuran este cuerpo central en cuya parte superior está esculpido el escudo municipal (águila bicéfala entre medias de dos reyes en posición mayestática), coronado por un frontón partido. Las cuatro torres, culminadas con chapiteles de pizarra, están unidas entre sí por un almenado de ladrillo, salvo en la fachada exterior.



Bajamos por el paseo de Recaredo con alguna que otra gota repiqueteando en nuestras cabezas. Bajada suave por una anchurosa acera. Aquello se convierte los fines de semana en zona de botellón “o tempora, o mora”. Fuimos contemplando las murallas y torreones que circundan la ciudad antigua. Por encima las pandas de los conventos y edificios civiles (San José, El Nuncio, Diputación) y las espadañas de algunas iglesias... hasta que nos plantamos en el arranque de las escaleras mecánicas. Allí el autobús nos recogió para iniciar la ronda de circunvalación a Toledo. Por momentos llovía con fuerza y en algún receso pudimos descender para contemplar la inacabable panorámica de una ciudad que llega al alma o que “ya estaba en el fondo de ella” en palabras de Machado. Allí el Alcázar, la torre de la catedral, la cúpula de Jorge Theotocópuli, el hijo del Greco, San Marcos, las altas torres de la iglesia de S.Ildefonso y su inmensa cúpula rivalizando con San Román, con San Marcos, la catedral y el mismo Alcázar. Allá la antigua iglesia que es hoy sede de las cortes. Por encima de los tejados de un Toledo en la mano asoman tímida u orgullosamente las decenas de torres mudéjares; estrechas, anchas, con un vano, con dos, con tres en el cuerpo de campanas. Todas cortadas por un patrón parecido: cuerpos de mampostería entre verdugadas de ladrillos; arcos ciegos de herradura trasdosados por otros polilobulados, casi todos ellos antiguos alminares que aún conservan sus mechinales no tapados. Pequeño esfuerzo nos requiere poder aún oír a los almuédanos con su voz sisona requerir al rezo a la población mahometana. Aquí a esta parte del río, la ermita del Valle, el tañido casamentero de cuya campana decide el futuro de las púberes de la ciudad el día de romería. El río tortuoso rebana los cantiles de las laderas para hacerle una curva meridional a Toledo. El agua se amansa o se precipita según los tramos del río. Azota la lluvia los ventanales del coche. Con paraguas algunos atrevidos se aventuran al mirador con leyenda sobre superficie chapada de hierro. Y sigue el repaso de monumentos: San Román, San Nicolás, San Andrés, San Miguel el Alto junto al Alcázar, San Sebastián y sus carreras (una quebrada ronda interior). El caserón grande del Seminario mayor. Las calles retorcidas y tortuosas bajan radiales desde los costados de la catedral hasta casi despeñarse en el río. La crestería gótica de San Juan de los Reyes casi oculta en la revuelta del río sugiere el catafalco con pináculos-cirios que habría de haber albergado los cuerpos rotos de los reyes que inventaron España de no haberse interpuesto Granada. Y por encima en el cielo, la amenaza de las nubes cenicientas que dieron fondo a tantos cuadros del Greco. Pero, sobre todo, atraen la atención los arbotantes catedralicios y su robusta torre que convierte su piedra onerosa en nube volátil en las tres coronas de su cúspide, etérea casi como el aire con el que aspira a hacerse nube y cielo. Llegamos exhaustos, pero exultantes al hotel donde, tras una ducha reparadora, tomamos una cena reposada y con abundancia de anécdotas.



RONDA DE TOLEDO Fotos: http://www.toledoaldia.com/presentacion.htm En este enlace encontraréis otra información interesante de Toledo (catedral, San Juan de los Reyes, etc..) y, sobre todo, un mapa callejero de Toledo. Tras la cena, algunos arriesgados me pidieron una salida nocturna, así que tras pasar la fuente de Cabrahigos, remontar la empinada cuesta que acaba en la Puerta Nueva de Bisagra sin dejar de comentar la antigüedad de las piedras sillares de las murallas, combatidas por la humedad, pasamos junto a Santiago del Arrabal, la Virgen de la Estrella, la Puerta del Sol –siempre impresionante, incluso bajo la luna- Por algo la silueta de los dos astros pende del tímpano de su cara exterior.


Historia La Puerta del Sol era el principal acceso a la medina islámica desde el arrabal norte de la ciudad. Se la menciona por primera vez en el año 1216 aunque conserva pocos restos de su pasado islámico dado que fue reedificada por orden del arzobispo Pedro Tenorio (1375-1399) siguiendo las características arquitectónicas del mudéjar toledano. Hasta el siglo XVIII no empezó a ser conocida como puerta del Sol, haciendo referencia a uno de sus elementos decorativos. En 1785 pierde su función principal al construirse un muro paralelo al del recinto tradicional que permitió desviar el tráfico que se dirigía a Zocodover por el exterior de esa puerta.
Arte La puerta está estructurada en dos cuerpos coronados por merlones en donde se sitúa la azotea y una estancia a las que se accede por una estrecha escalera. Su defensa se basa en la existencia de buhardas, rastrillos y varios matacanes, además de la puerta. La portada, a imitación de otras cordobesas, incluye sobre un arco de herradura una composición relativa a la imposición de la casulla a San Ildefonso dentro de un medallón de mármol, enmarcado por un arco de herradura apuntado. Este elemento decorativo fue colocado en torno al año 1575, siendo corregidor de la ciudad Gutiérrez de Tello. Por encima se sitúa una arquería ciega de arcos de herradura entrecruzados, y en su parte superior ella otra arquería de arcos polilobulados también entrecruzados.



Llegamos a Zocodover remansándonos un poco. Pasamos por el Arco de la Sangre que nos evoca costumbres ancestrales de la ciudad y, sobre todo, novelas cervantinas. Bajamos sus escaleras donde algunos turistas despistados se hacen fotos con un bronce del escritor manco, puesto hace dos o tres años para despistar de los verdaderos hitos de la ciudad (tan escasos y ocultos; es ironía). Seguimos calle abajo. A la izquierda queda el Hospital de Santa Cruz que habíamos de visitar al día siguiente. Izquierda, derecha y estamos frente al convento de la Concepción –últimamente siempre cerrado- La figura inquietante de Beatriz de Silva se interpone arrogante frente a su fachada. ¿Qué pudo impulsar a esta envidiable mujer a renunciar un día inesperadamente a las pompas de su belleza y juventud para encerrarse entre los cuatro muros adonde no llegase la maledicencia? Más abajo estaba el desaparecido convento del Carmen donde se dice estuvo prisionero San Juan de la Cruz por envidia de sus adversarios y anatematizadores inquisitoriales. De allí se escapó descolgándose por sus murallas (un alto muro que rompía contra los roquedales que rodea el Tajo) y no se despeñó. Debió de ser un buen elemento este san Juan. Bajamos un empinado tramo de escaleras y acabamos en la Puerta de Alcántara, una salida en codo de la ciudad –muy árabe ella- y el Puente de Alcántara del que os expongo la siguiente información:




El Puente de Alcántara formaba parte del recinto defensivo de la ciudad de Toledo. De origen presumiblemente romano, se cita ya en el año 788 y se construye como confluencia de caminos que buscan el paso hacia la ciudad desde el este, atravesando el río Tajo. Fue reconstruido bajo el mandato de Almanzor y, según su inscripción, fue acabado en el 997 por Alef, hijo alcaide de Toledo. De la época sólo se conserva el espolón del lado contrario a la ciudad, de mampostería, que aún tiene englobados mármoles decorativos visigodos. Posteriormente fue reformado en varias ocasiones, siendo la más importante en época de Alfonso X, en la que se construye la torre mudéjar del extremo occidental, que después modificarán los Reyes Católicos en 1484. En este lado oeste, el puente posee una puerta fortificada, almenada en su base y coronamiento, constituida por un arco de medio punto en el que está incluido otro de herradura, y decorada con la estatua de San Ildefonso y el escudo de los Reyes Católicos. En el lado este conserva la Puerta de Alcántara, de origen árabe, que data aproximadamente del siglo X, con importantes intervenciones de época cristiana. El puente se asienta sobre dos arcos de medio punto, más grande el central, bajo los que discurre el río Tajo.


Una foto ante la fuente de Cabrahigos con la leyenda del soldado y la toledana resonando en nuestras cabezas. Ya tarde llegamos al hotel, adormecidos los pies, a tomarnos el descanso que nos repusiera para la marcha del día siguiente.


Puertas: http://www.ayto-toledo.org/archivo/imagenes/puertas/puertas.asp