Saturday, June 14, 2008

CRÓNICA DE UN VIAJE A TOLEDO 2

DÍA 12 DE JUNIO DE 2008


Servicio de despertador del hotel a las 07:15; desayuno tipo buffet a las 7:45. Salimos del hotel en el autobús en dirección a la Puerta de Bisagra antigua (=de Alfonso VI). El autobús se marcha y hasta las 18:30 de la tarde no lo volveremos a coger para llevarnos al cigarral, así que aprovechó el chófer para arreglar los desajustes de la puerta delantera derecha. Subimos por las escaleras mecánicas (algunos se proveyeron de mapas de la oficina de información y turismo que hay en el arranque de dichas escaleras) y aparecimos en la explanada de Diputación; remontamos la calle de Santa Leocadia y nos detenemos ante la Casa del Maestro. La habitó Victorio Macho mientras le construían su casa-taller en la Roca Tarpeya. Al echar un vistazo a su patio toledano típico vimos a su dueño regando las plantas quien nos autorizó a pasar: patio con cuatro columnas en los ángulos sobre el que se sostiene el pórtico y escalera de acceso al piso superior. Azulejería en sus zócalos, diversos objetos de cerámica de Talavera (tonos predomionantes azules) y de Puente del Arzobispo (en tonos más verdosos). Nos quedamos impresionados por la belleza del recinto y por la amabilidad de su actual dueño, un maestro jubilado, que nos dejó fotografiar y preguntar cuanto quisiéramos. Terminado de remontar la calle estamos ante la torre y puerta de la iglesia de Santa Leocadia, patrona de Toledo (arco de herradura trasdosado por arco polilobulado). Al lado de la torre la Plaza de Santo Domingo; el convento estaba aún cerrado; miramos los bardales de la antigua casa de Bécquer por los que sobresale el laurel que él mismo plantó. Proseguimos por las sombreadas y silenciosas calles de Sto Domingo (donde está el solar de lo que fue casa de Garcilaso) y la calle de Garcilaso de la Vega que aboca a la Plaza de Padilla (su palacio es hoy recinto universitario). El museo de San Román no abre hasta algo más tarde, por lo que tras admirar y fotografiar el pórtico de la iglesia de S. Clemente (plateresco) y bajar por la calle de S.Clemente (en la película “Tristana” de Buñuel tiene aquí lugar la escena del perro rabioso y el paseo del brazo de Lola Gaos y Catherine Deneuve). Bordeamos la manzana y pasamos por delante de la entrada al convento de S.Clemente, de lo que fue casa de veraneo del Greco “El Armiño” –referencia a su cuadro “la dama del armiño”, posible Jerónima de las Cuevas, madre de su hijo- Pasamos por el cobertizo de San Pedro entramos en la universidad (antiguo convento de San Pedro Mártir). Lo primero que visitamos es el claustro renacentista del Silencio, el más antiguo y de gran exquisitez; pasamos a continuación a la iglesia: con el panteón de Gracilaso y su padre. En los flancos del ábside dos hornacinas con sendas parejas de estatuas en actitud orante; la del lado del evangelio parece que inspiró la leyenda de Bécquer “el beso”. Bella y prestante reja del altar mayor, capillas, etc... Pasamos al claustro del Real, donde sobre un tablado Carmen Uscola se lanzó a recitar unas líneas de una rima de Bécquer mientras las golondrinas rozaban los aleros de su tejado.


De las primitivas edificaciones del convento restan el Claustro del Tesoro, que fue engullido por el edificio conventual en su proceso de crecimiento, y la torre mudéjar, del tipo de la vecina de San Román y, por tanto, de principios del siglo XV. Estas torres están inspiradas en los alminares de las mezquitas musulmanas y su modelo tipológico es un basamento de piedra, un cuerpo de mampostería encintada con ladrillos en los ángulos y un cuerpo de remate con dos o tres vanos de perfiles árabes para las campanas. La parte más noble del vasto edificio es el Patio de los Generales, edificado en el estilo de Alonso de Covarruvias por Hernán González de Lara a mediados del siglo XVI. La actual iglesia conventual fue iniciada en 1605 bajo trazas de Nicolás de Vergara el Mozo, quien se había encargado de edificar la sacristía desde 1587. El templo se desenvuelve en un lenguaje post-herreriano próximo al del Hospital de Tavera. A partir de 1607, tras la defunción del tracista, será Juan Bautista Monegro quien se encargue de la construcción. La obra finalizó al levantarse su portada, rematada con escudos reales y de la orden de predicadores; responde a un esquema retablístico de tipo clasicista, muy influido por lo escurialense. Tres esculturas de Jaques del Rey dominan esta portada: San Pedro Mártir, el titular de la casa, y la Fe y la Caridad en diálogo. En el interior del templo destacan el Retablo Mayor y la sillería del coro, ambos con trazas de Monegro y talla de Giraldo de Merlo. La pintura del retablo corrió a cargo de Juan Bautista Maíno, profeso en esta casa. Sus excepcionales representaciones de las Cuatro PascuasNatividad, Epifanía, Resurrección y Pentecostés–, así como los santos Juanes de los entrepaños del banco, pertenecen hoy al Museo del Prado, aunque sí se conserva suya la Gloria pintada al fresco en el sotocoro. Hasta el convento se trajeron, tras la desamortización de Mendizábal, una serie de retablos y monumentos fúnebres que pasaron a formar parte del museo provincial y panteón de toledanos ilustres aquí instalado. El más antiguo de los sepulcros es el de María de Horozco, “la Malograda”, de estilo gótico toledano de finales del siglo XIV. Ambos lados de crucero están ocupados por los monumentos clasicistas de dos de los condes de Fuensalida, mientras que los condes de Mélito, descendientes en línea directa del cardenal Pedro González de Mendoza, descansan en un nicho plateresco de la nave del evangelio. No deben pasarse por alto los más sencillos, pero con importantes esculturas pétreas en actitud orante, del inquisidor Pedro Soto Cameno –atribuido a Juan Bautista Monegro– y, sobre todo, del poeta toledano Garcilaso de la Vega.




Por último visitamos el claustro del convento de Madre de Dios, recientemente anexionado a la universidad y donde había un acto oficial con presencia de la televisión que nos cogió en la foto de grupo. Al dar la vuelta a la manzana vimos la fachada de dicho convento, mudéjar con elementos cerámicos –poco común en Toledo- bien conservada por haber estado cubierta por un revoco de yeso. Nos asomamos a la barroca y orgullosa fachada de la iglesia de los jesuitas (San Ildefonso) y nos asomamos al interior con ilusión óptica de su cabecera plana pero que da sensación de curva. Volvemos por delante de la fachada renacentista de S.Pedro Mártir con las tres virtudes teologales. Enfrente la placita en que campea el monumento a Garcilaso de la Vega. Ahora sí está abierto San Román y lo visitamos, pero no podemos subir a la torre por estar en restauración.




La iglesia mudéjar de San Román fue consagrada en 1221 por el arzobispo Rodrigo Ximénez de Rada. La construcción debía estar decorada con una pintura mural rica y compleja, pero en el siglo XVI fue recubierta y tuvo que ser a principios de los años 40 cuando se descubrieron. Por todo ello, han desaparecido importantes zonas de la decoración, entre ellas, el ábside, lo que dificulta la comprensión del programa iconográfico llevado a cabo. La zona mejor conservada corresponde a la nave del lado de la Epístola; en ella, el muro se abre mediante un arco de herradura a la capilla absidal. La pintura se divide en dos zonas por una banda con inscripciones. La superior, se estructura en tres arcos rebajados que sirven de escenario para la representación de los evangelistas, como figuras aladas sentadas en atriles. En la zona inferior, encontramos figuras bendicientes situadas de pie que pueden ser obispos, ya que distinguimos báculos y mitras. Ya en el intradós del arco, vemos a San Esteban y San Lorenzo, vistiendo dalmática de ornamentación geométrica, con un libro cerrado y la tonsura propia del clero. En el muro meridional de la iglesia, se conserva en muy buen estado la representación de la resurrección de los muertos, en la que tres ángeles tocan trompetas mientras una veintena de sepulcros se abren para dejar ver a los resucitados (hombres, mujeres, reyes y clérigos) que abren las losas. El muro occidental de esta nave de la Epístola presenta decoración pictórica en mejor estado. De las escenas relativas al Génesis, queda un fragmento en el que aparece Eva junto al árbol del Paraíso y, al otro lado, Dios Padre imberbe y con nimbo crucífero que inquiere la acción de los primeros hombres. Aún se puede ver la inscripción en la que se lee EDEM. De la nave central, que debía ser el eje principal de la iconografía, no se conserva más que la decoración del muro occidental. En tres registros nos encontraremos; en la parte superior ángeles trompeteros y los profetas Isaías y Jeremías y, en la parte central, aunque con dudas acerca de la identificación de los personajes, una representación de la Jerusalén Celestial. La decoración se completaba con las pinturas de las arquerías, localizadas en las enjutas y sofitos. Allí podremos observar, aunque algunas en mal estado, representaciones de profetas, con las filacterias en las que aparece su nombre, fundadores de órdenes religiosas, Benito y Bernardo y doctores de la iglesia, como San Leandro de Sevilla y San Ambrosio de Milán. Otro punto interesante lo compone la decoración ornamental y alabanzas a la Virgen. En ambos casos se conjugan motivos árabes con elementos románicos. Algunos estudiosos han querido ver la intervención de dos talleres, uno cristiano y otro musulmán, en este conjunto mural que tiene un valor que va más allá del puramente artístico, pues son las pinturas románicas más meridionales conservadas en España.


De aquí volviendo por el mismo camino de ida regresamos a Santo Domingo el Antiguo. Nos permiten entrar por 1 € cada uno a cambio de hacer gasto en la compra de mazapán, un producto de especial calidad artesana. Entramos en la iglesia y visitamos el retablo con dos cuadros originales de El Greco (las tablas laterales). En el remate una copia del recibimiento de Cristo por el Padre de El Greco. En el altar lateral hay también un cuadro original más. A través de una hornacina abierta en el piso y acristalada se puede ver el cofre con los restos del pintor. Entramos en el museo lleno de infinidad de objetos y recuerdos, diseminados por la estancia o en vitrinas, como los documentos firmados por el pintor sobre la realización de las obras para el monasterio. Varias laudas (Marga dice que en una de ellas rezaba “Santa Beatriz de Silva”), la estatua yacente de Ajofrín (una especie de doncel). Nos recibió la madre superiora (Pilar García Argudo) que estuvo departiendo con varias de las excursionistas.


El templo del convento cisterciense de Santo Domingo fue levantado en 1577, en estilo manierista renaciente, con traza de Nicolás de Vergara, modificada por Juan de Herrera. Para la decoración de los altares, el canónigo don Diego del Castillo trajo a España a un pintor cretense: Doménico Theotocopoulus, El Greco, de cuyo trabajo sólo se conservan los lienzos de los Santos Juanes del altar mayor y la Resurrección ante San Ildefonso, del lateral, que son los primeros lienzos que pintó a su llegada a Toledo. El museo propiamente dicho se encuentra en el coro, en donde se exponen diversas piezas de interés artístico que se hallaban anteriormente en clausura, entre ellas varios retablos, esculturas en madera y en piedra, losas sepulcrales trasladadas allí a causa de la reforma, orfebrería y objetos litúrgicos. También puede visitarse la iglesia, donde está enterrado El Greco (1540-1614). Al fondo del museo se puede admirar el bello sepulcro gótico del siglo XIV de Juan Alfonso de Ajofrín. La exposición se completa con numerosos documentos del convento con su armario archivador y los contratos originales firmados por El Greco.


Desde aquí Concha y Paqui se fueron tranquilamente hacia la catedral para por la calle del Comercio volver a Zocodover y estar allí a las 14:00 para la comida. El resto desanduvimos nuestros pasos para ponernos a las 12:30 en la Puerta del Alfonso VI, hora en que comenzaba la visita guiada por el Ayuntamiento de Toledo solo para nosotros de las puertas y murallas más características de esa zona. Contamos con dos guías. Se comenzó con la explicación de la Puerta de Alfonso VI, la que más había impactado al grupo por su cuerpo bajo de piedras sillares, sus arcos de herradura, su cuádruple arco y su esbeltez antigua. El segundo cuerpo es todo de ladrillo.



PUERTA DE ALFONSO VI

Historia La puerta de Alfonso VI o antigua de Bisagra era en época islámica el principal acceso a la ciudad desde la Vega. El vano de acceso fue construido posiblemente en el siglo X, pero su parte superior es de fecha posterior, no anterior al siglo XIII. Con la apertura de la puerta nueva de Bisagra, permaneció cerrada (sólo se abría en ocasiones especiales) lo que llevó a su paulatino abandono. Su limpieza, apertura y restauración definitiva no se produjo hasta el año 1905.
Arte Esta puerta es la que mejor ha conservado su estructura islámica. Está compuesta por dos torres, rehechas en su parte superior, que flanquean un gran arco de herradura prolongada. A la altura de los salmeres lleva un dintel monolítico a manera de tirante, muy característico.


Estuvimos andando por los torreones y almenas de los flancos amurallados de a puerta, lo que añadió un punto de vértigo y entusiasmo. Algunos del grupo se contentaron con vernos desde la placita que se forma a la salida de la puerta retozar por las alturas y comentar entusiasmados el progreso por escaleras empinadísimas y las cabezadas contra los techos bajos. De aquí pasamos a la Puerta Nueva de Bisagra, la imponente, la que acapara la atención desde el norte con su doble puerta y su patio cuadrado y sus atractivos chapiteles . En él lucía una escultura moderna, toda blanca, tipo cubo rompecabezas. De nuevo vuelta a subir y bajar y corretear por las galerías de sus almenas y torreones. Lástima que no se lograran las fotos que tomé desde aquí.



PUERTA DE BISAGRA


Historia La puerta de Bisagra, situada en el recinto amurallado, ha sido y es la entrada principal de la ciudad de Toledo. De esta función ya se conservan restos datados en el siglo X, durante la dominación musulmana. Con la expansión de la ciudad en el siglo XVI, y la construcción del Hospital Tavera fue necesario mejorar los accesos sustituyendo la vieja puerta por otra cuya construcción se inició hacia 1550, siguiendo las trazas dadas por Alonso de Covarrubias. Las obras debieron terminar hacia 1576 bajo la dirección de Nicolás Vergara el Mozo. Este espacio fue utilizado durante muchos años para controlar las entradas y salidas de personas y animales, para el cobro de impuestos sobre manufacturas y alimentos y para actividades festivas, protocolarias y militares. Hasta el año 1934 no se iniciaron las obras para abrir dos entradas laterales en la muralla y evitar así el continuo paso de tráfico rodado por la puerta del siglo XVI.
Arte Consta de dos cuerpos separados por un pequeño patio de armas de forma rectangular, en el que se conserva una estatua del emperador Carlos V colocada en 1958. La puerta exterior, enmarcada por dos fuertes torreones cilíndricos, está realizada con sillares almohadillados, presentes también en su arco. Sobre ella se sitúa un magnífico escudo de Carlos V, coronado por un frontón triangular sobre el que descansa una estatua del ángel guardián. En los dos torreones que la protegen, rematados también con sillares almohadillados, se reproduce el escudo de la ciudad de Toledo. La fachada interior, que da a la ciudad, es de sillería. Un gran arco de medio punto formado por dovelas enmarca el vano de paso. El escudo de Carlos V, situado en su parte superior, está protegido por dos ventanas rematadas con frontones triangulares. Las almenas coronan esta fachada. Atravesando la puerta y ya en el patio de armas pueden contemplarse a cada lado dos torres cuadrangulares con chapiteles piramidales cubiertos con azulejos policromados
.


La mayor parte del grupo estaba ya al límite de sus fuerzas, por lo que optaron por ir subiendo hacia Zocodover por delante de Santiago del Arrabal, la Virgen de la Estrella y la Puerta del Sol. Sólo un puñado nos decidimos a seguir con la última parte de la excursión: la visita de la enterrada Puerta del Vado por las murallas de la Antequeruela, junto a la Puerta Llana (un paso de no muy antigua construcción), como se ha hecho a izquierda y derecha de la Puerta de Bisagra para el paso de vehículos. La entrada es angosta y hay que agachar el lomo para poder acceder a su interior todo oscuro y en restauración. La puerta es muy similar a la de Alfonso VI, con un arco de herradura al que han apuntalado la clave con un puntal de madera. Toda la puerta está enterrada por debajo del piso y además anegada de agua con las últimas lluvias. El posible deterioro por la humedad hace urgente una reconstrucción y aislamiento urgente.


La Puerta del Vado se descubrió en 2002 prácticamente intacta durante unas obras de recuperación de la muralla de Toledo. El hallazgo fue fruto de un proyecto de intervención arqueológica y un trabajo de excavación muy laborioso al tratarse de un yacimiento muy complejo. Fue dirigido y desarrollado por el arqueólogo toledano Arturo Ruiz Taboada, en colaboración en todo momento con el proyecto arquitectónico de rehabilitación del tramo de la muralla donde se ubica la puerta. realizado por los arquitectos Luis Moreno Domínguez y Pablo Alguacil, que también han diseñado el actual proyecto de recuperación y colaboraron en el levantamiento planimétrico e infográfico de la puerta. La Puerta del Vado , enterrada totalmente bajo la Puerta Nueva del barrio de Antequeruela, y que ha permanecido así durante más de tres siglos, resultó ser una puerta gemela de la hoy conocida como Puerta Vieja de Bisagra o de Alfonso VI. La planimetría es prácticamente idéntica, lo que hace pensar que es de la misma época y el mismo alarife. Hubo que realizar un gran esfuerzo para descubrir totalmente la puerta, ya que se encontraba acolmatada de escombros desde el siglo XVI. Tres fases:



Los textos más antiguos que aluden a la Puerta del Vado datan de principios del siglo XII y la última vez que se la identifica con dicho nombre es en 1442. En el siglo XVI y hasta nuestros días pasa a denominarse Puerta Nueva por haber sido rehecha en su totalidad en el siglo XVII. Gracias a la excavación arqueológica se han identificado al menos tres fases de uso. La primera es de su construcción y se fecha entre finales del siglo XI y principios del XII, época que correspondería con el inmediato período de tiempo que sucede a la toma pactada por Toledo por el rey Alfonso V. Esta puerta está a su vez rompiendo el lienzo de muralla islámica más antiguo, por lo que no se descarta que en la zona existan los restos de un pequeño postigo o acceso asociado a este primitivo recinto, hipótesis que se barajó en su momento. La segunda fase corresponde a una remodelación general de la puerta y de los alrededores hacia finales del siglo XV y principios del XVI. La tercera fase fue la del abandono. A finales del siglo XVII la puerta pierde su funcionalidad, momento en el que se abre un hueco exterior de la muralla que, aunque recrecido, hoy se se mantiene. Esta puerta, asociada al vado natural del río Tajo y que cambió por completo la concepción defensiva de la ciudad de Toledo, va a posibilitar el acceso y recorrido a dicha puerta para poder contemplar «in situ» lo descubierto, que ha sido enriquecido con paneles informativos y un tratamiento de nuevo solado para no deteriorar los originales.


Eran ya casi las 14:30. Hay que agradecer a los guías que no nos metieran prisa y nos dejaran hacer a nuestro aire y entretenernos por los pasadizos, escaleras, terrazas y balcones. El guía nos guió de vuelta a Zocodover por un atajo cuesta arriba y así aparecimos en la Puerta del Sol donde algunos nos esperaban tomando la pequeña replaza de delante por Zocodover. Llegamos a la plaza emblemática de Toledo y buscamos un lugar donde reponer fuerzas por el estómago. Así que nos acomodamos en dos pequeños restaurantes en el callejón que abre el ángulo de la plaza. Allí junto a lo que fue tienda de bicicletas de Bahamontes (aún se puede leer su nombre en titular antiguo). Aconsejamos a unos chinos que estaban en tratos de alquiler o compraventa del local frente a lo que fue escaparate que no borraran la inscripción, que les podría reportar más visitas. Enfrente mismo la fachada modernista del casino de Toledo acribillado por las ametralladoras de la guerra incivil. Han querido no restaurar la fachada para que nos siga avergonzando tamaña desventura. Tras la comida y breve relajamiento en la plaza, sentados cómodamente en las bancadas, el jefe de grupo nos dio suelta hasta las 18:30 en que había que estar en esa misma plaza junto al quiosco para marchar a los Cigarrales. Hay quien se escapó por la calle del Comercio para hacer compras o visitar por su cuenta los exteriores de la catedral e incluso quienes se atrevieron con un paseo turístico por Toledo en el trenecillo descapotable. La mayoría todavía me siguió al Hospital de Santa Cruz. Pasamos por debajo del Arco de la Sangre de reminiscencias cervantinas (todo él reconstruido, así como todos los alrededores hasta el mismo Alcázar). Admiramos la fachada plateresca del Hospital con su “horror vacui”, su bellísima escalera, su claustro, sus artesonados, sus restos abandonados en los soportales, los cuadros de El Greco y sus exposiciones temporales, una interesantísima de cerámica; la planta de cruz griega y sus dos alturas de lo que fue hospital. Obra de Covarrubias que aquí desarrolló su mayor ingenio.Toledo. Museo de Santa Cruz


El edificio El hospital de Santa Cruz fue fundado en 1494 más como institución de beneficencia (que ampara pobres y huérfanos) que sanitaria. Su promotor fue el arzobispo de Toledo y cardenal de la Santa Cruz de Jerusalén don Pedro González de Mendoza, poderosísimo personaje de la España de los Reyes Católicos; su continuidad institucional fue patrocinada por el cabildo catedralicio. Es uno de los mas vistosos edificios toledanos del XVI. La obra se inició en 1504 bajo el proyecto del maestro mayor de la catedral Enrique Egas, quien la dirigió hasta su muerte en 1534, en la línea de sus otros hospitales reales (Santiago y Granada)y sobre los modelos medievales italianos de planta cruciforme. Aquí se logra una singular perfección formal, que tiene algo de emblemático, en el ajuste de dos patios y la disposición en cruz y dos pisos de las grandes salas de dormitorios. En el crucero un cimborrio de traza mudéjar ilumina el recinto y se constituye como centro de la composición. La portada principal la preside un relieve que evoca la Invención de la Cruz por santa Elena, en la que se aprecia la pervivencia de tradiciones compositivas góticas y la falta de prejuicios de los primeros maestros renacentistas en el manejo de las novedades italianas.



Los fondos La conjunción de edificio y de los fondos de la sección de Bellas Artes convierten a Santa Cruz en uno de los mejores museos de nuestro país. El núcleo más importante está constituido por la veintena de lienzos de Doménico Thoetocópuli El Greco, con algunas de sus obras capitales como la Inmaculada Oballe su obra cumbre religiosa realizada ya al final de su vida y que se considera como una especie de testamento estético del cretense. Como no destacar también la calidad y el atractivo de la Sagrada Familia y una temprana Inmaculada, ambas obras procedentes de Santa Leocadia, o la Coronación de la Virgen, obra grandiosa pintada para la parroquia de Talavera la Vieja. Completan la colección figuras de santos y apóstoles y una réplica del Expolio de la Catedral. Prosiguiendo en el ámbito de la pintura hay que citar las tablas góticas de Nicolás Francés del siglo XV, y las soberbias obras de los maestros castellanos de comienzos del siglo siguiente –Borgoña, el maestro de Paredes de Nava-. Ya en la segunda mitad del siglo destacan las obras de otros notables pintores castellanos -Correa de Vivar, Comontes, Carvajal, Morales-. También destaca la pintura flamenca de la época –Coecke, Antonio Moro-. Del siglo XVII hay que destacar el lienzo de la Sagrada Familia de José de Ribera, las obras del toledano Luis Tristán, de los madrileños Sánchez Cotán y Carreño de Miranda, y del valenciano Orrente. Ya a la segunda mitad del siglo corresponden el impresionante Descendimiento de Lucas Jordán. Del siglo XVIII hay que destacar el Cristo Crucificado atribuido a Goya. En lo relativo a la escultura hay una buena colección de tallas medievales entre las que destaca el Cristo de la Luz, de fines del siglo XIII. Otras obras destacables son el busto del Emperador Carlos V, de plata sobredorada, atribuido a León Leoni (fines XVI), dos obras de la segunda del siglo siguiente: el busto de Juanelo Turriano tallado en mármol de Carrara que se atribuye a Monegro, y las tallas en madera policromada de la Dolorosa y el Ecce Homo, de Pedro de Mena o su escuela. Entre la selecta muestra de tapices que atesora el museo hay que destacar el denominado de los Astrolabios o del Zodíaco, tejido en lana por talleres flamencos o del norte de Francia en la segunda mitad del siglo XV, así como el notable repostero del Tanto Monta con el escudo de los Reyes Católicos y el más que notable tapiz flamenco de La Natividad de principios del siglo siguiente. Por su valor histórico destacan también los tres estandartes entregados por don Juan de Austria tras la victoria sobre la armada turca. Los fondos descritos forman lo esencial de la sección de Bellas Artes, pero sin embargo, puede verse además espléndidos muebles de época, relojes, armas, joyas, orfebrería sacra y documentos históricos relevantes.


Me acerqué al monasterio cercano de la Concepción cuya capilla de S.Jerónimo hace tiempo que no puedo volver a visitar, pero estaba como siempre cerrado. A su entrada, la inquietante Beatriz de Silva me intriga con el misterio de su vida desregalada, es un personaje que me atrae a su estudio y ante ella me prometo indagar en su vida y en su psicología. Vuelta rápida por la calle del Comercio, la mezquita de Tornerías, el teatro Rojas, vuelta a la catedral y retorno a Zocodover para a las 18:30, frente a la inmensa panda meridional del Alcázar coger todo el grupo el autobús que por la Puerta de Bisagra, el puente nuevo y San Martín nos lleva a la carretera donde se ubica el Cigarral de Menores. La entrada al mismo es suficiente para el autobús y el chófer se aventura, pero en la primera curva se queda atravesado entre dos cipreses. Envié a la gente hacia la casa, más de 500 metros hacia el interior. Allí Félix y yo nos las ingeniamos para dar mil indicaciones a un conductor apesadumbrado por la situación; tuvimos el suficiente tacto para que nuestros gritos de señalización no ahondaran más en su indignación. Vino el casero alertado por la embajada y sin apurarse nos dijo que hubiéramos podido cortar las ramas de un olivo que era el que más guerra nos daba para desencajar al autobús; pero el autobús, gracias a la pericia del chófer, estaba ya casi liberado. Seguimos el camino hasta la casa e hicimos el paseo de sus ajardinados escondites, de sus fuentes (alguna era una reconvertida antigua pila bautismal de alguna iglesia, con inscripciones latinas en su borde). Objetos de valor histórico y sentimental bien situados por aquí y por allá: una mesa de don Álvaro de Luna con un reloj de sol, que luego perteneció al Conde de Romanones y que éste regaló a Gregorio Marañón; varias estatuas (un busto de Marañón por Barral (la escultura del doctor por Victorio Macho está en una placita de Toledo aledaña a Santo Tomé), una placa de los actuales dueños, un bloque estratégicamente diseñado con visos de sillón de Felipe II ante su Escorial, obra de Chillida, que encandiló a Carmen Uscola que se afincó en él y hubo que despertarla de su sueño inmortal frente a un Toledo atardecido para que reviniera al mundo de los mortales y al autobús para la vuelta). La cantidad de objetos para el recuerdo no la podríamos enumerar, pero queda en un recodo de nuestras retinas para ir tirando de su hilo cuando lo necesitemos. Ana con su caballete inmortalizó algunos de esos momentos inaprensibles para el ojo humano pero que encallan en la sensibilidad de nuestras mentes encandiladas. Después de esta inmersión en el alma paisajística de Toledo y todavía algo perplejos por los reflejos de sus luces rojizas y del sol oblicuo sobre sus tejados, torres y fachadas de ladrillo fuimos volviendo al hotel haciendo una ronda de circunvalación con la panorámica inacabable de un Toledo evanescente. Cena y nueva vuelta nocturna por la antigua carretera de Madrid pasando frente al hotel María Cristina (de la misma cadena que el Mayoral) con su ábside mudéjar incorporado al hotel que alberga una suite especial. Por la plaza de toros, el Hospital Tavera, el paseo de Merchán, la Puerta de Bisagra y la bajada hacia el puente de Azarquiel que nos arrimaba al hotel y al sueño.




DÍA 13 DE JUNIO DE 2008




Hoy nos dimos una tregua matinal. El servicio de despertador lo fijamos para las 8:00 y el desayuna para las 8:45. Así que hasta las 9:30 no estuvimos listos en el autobús que nos había de llevar por la margen derecha del Tajo (paseo Gerardo Lobo) pasando por el Puente y Puerta de Alcántara; dejábamos el castillo de San Servando a la izquierda en alto y a la derecha la abrumadora silueta del Alcázar. Pasado el puente de Alcántara, el espacio en que ideó su ingeniosa maquinaria Juanelo, allá por el s. XVI. Y un poco más adelante, pasado el puente nuevo de Alcántara (al que quieren llamar de Azarquiel) se ven a ambos lados del encajonado cauce del río los estribos de lo que fue el arranque de un altísimo y complejo acueducto romano. El abastecimiento de agua, pese a tenerla tan abundante, ha sido siempre un gran problema en Toledo; Sta Teresa lo reconocía así en una de sus cartas. Seguimos la carretera por la carrera de San Sebastián (dejamos la iglesia mudéjar y mozárabe de San Lucas a nuestra derecha, tras de un tapial). El autobús nos deja delante mismo de la iglesia de San Sebastián. Tenemos tiempo hasta las 11:30 para darnos un garbeo por el río; así que emprendemos una larga bajada hasta las mismas aguas del Tajo: remanso y furia del agua que entra en un torbellino en espiral; el día, glorioso. Sosegamos el cansancio acumulado de tres días contemplando el transcurrir de las aguas y el cajón del cauce; el antiguo portón de barcas hoy sin uso sirve de campo por donde acampan a sus anchas una manada de patos. La barca de hierro y el cable que lo arrastraba yace en su caja del embarcadero. Seguimos una senda ecológica hace poco inaugurada para llegar al torreón del Hierro y unos metros más allá, la Casa del Diamantista. Nos permiten la entrada, hoy una escuela taller. Los alumnos se dedican a rehabilitar el edificio y a hacer trabajos de cerámica y manuales sobre temas toledanos. Acampamos a nuestras anchas por la planta baja con vistas sobre el río y algunos preguntan a las profesoras que por allí se dejan ver. El peñasco del cerro del Bu (hoy punto de excavaciones arqueológicas para hallar vestigios de los primeros pobladores de Toledo) se acerca transgresoramente desde la otra orilla más cercana. Se va haciendo la hora y hay que regresar remontando el paseo hasta el nivel de San Sebastián. Allí aparece poco después Eva, del Consorcio de Toledo; viene por las calles solitarias paseando tranquilamente con sus papeles en la mano. Nos lleva a visitar primeramente los baños de Tenerías, antiguo barrio de curtidores y nos explica las diferentes dependencias de los mismos. Dando la vuelta al recinto vemos también alguna aljibe bien conservada, pero que hoy sirve de pequeño vertedero para los del botellón de finde. Nos hace especial énfasis en el Toledo desconocido, ese cuyos vestigios estamos siguiendo, y que queda fuera del trayecto del turismo de un día. Finalmente visitamos la iglesia restaurada de San Sebastián; nos muestra las catas en el suelo para fijar el solado original; los arcos de herradura entre columnas y capiteles visigodos reutilizados (algunos elementos del siglo VI). Su artesonado, la falsa galería de celosía de madera en los costados laterales de la nave central. Y la torre. Solo la subimos cuatro o cinco.


Se trata de una de las iglesias más antiguas de Toledo, pues está datada en el siglo VII, en tiempos del rey Liuva II. De fundación visigoda, diversas reformas y alteraciones han dejado en la fachada una serie de líneas mudéjares que, en la actualidad, pueden todavía observarse. Fue antes una mezquita, como se deduce de la proporción y estructura de los arcos de herradura, de ladrillo visto, que deslindan y separan las tres naves, sustentados sobre columnas con capiteles romanos y visigóticos, así como por la carencia de ábsides. Los muros perimetrales son de ladrillo con cajas de mampostería, correspondientes al siglo XV, plenamente mudéjares al igual que la torre. La capilla mayor es del siglo XVII y presenta un retablo renacentista con la imagen de San Sebastián. Todavía se pueden observar algunos restos de sus pinturas murales, maltratadas tanto por el paso del tiempo como por las sucesivas restauraciones.


Como no habíamos podido hacer la visita al Cristo de la Vega el primer día y teníamos tiempo por delante, con el consentimiento del conductor nos acercamos antes de comer y dar por terminado el viaje a la iglesia que está en la vega de Toledo que se llama el Cristo de la Vega. Llama la atención el monumento al Sagrado Corazón, pero aunque más majestuoso e impresionante es obra moderna. En el año 660, estando reunidos el rey Recesvinto, el obispo San Ildefonso, la nobleza y el clero, Santa Leocadia se apareció a San Ildefonso dejándole un trozo de su manto, hecho que recogen con detalle los historiadores de la época El valor se lo lleva la iglesia (su espléndido ábside) y la leyenda que rodea a la iglesia por la talla del Cristo con la mano desclavada que hay en su interior. La leyenda de Zorrilla “A buen juez mejor testigo” lo cuenta pormenorizada y estéticamente. El capitán Diego Martínez jura a Inés de Vargas desposarla a la vuelta de su marcha a los tercios del ejército imperial. Cuando, pasado el tiempo, vuelve a Toledo intenta ignorar a la mujer que acude a los tribunales de la ciudad. El juez compadecido de la pobre mujer decide tomar juramento al Cristo que está en la vega.


-Jesús, hijo de María,


ante nos esta mañana


citado como testigo


por boca de Inés de Vargas


¿juráis ser cierto que un día


a vuestras divinas plantas


juró a Inés Diego Martínez


por su mujer desposarla?


Asida a un brazo desnudo


una mano atarazada


vino a posar en los autos


la seca y hendida palma,


y allá en los aires "¡Sí, juro!"


clamó una voz más que humana.


Alzó la turba medrosa


la vista a la imagen santa


Los labios tenía abiertos


y una mano desclavada.


El matrimonio no se llevó a cabo. Ambos arrepentidos se dieron a la vida monástica, cosa muy común en Toledo, la ciudad de los conventos. La iglesia también se llama Santa Leocadia de fuera. Hay un vestíbulo-cementerio con nichos de canónigos de la catedral y otras gentes, aún en uso. Y la reja que cierra el recinto, digna de las rejas toledanas. Un posible cadete que se nos unió a la entrada seguía nuestras explicaciones con curiosidad y miraba implorando al crucifijo tal vez reclamando esa suerte que todos los opositores quieren que les toque. Sólo quedaba una comida de hermandad alrededor de un predominante cocido madrileño y una tarta con que agasajamos más que su cumpleaños, el esfuerzo de Damián del día anterior para desencajar el autobús en el cigarral. La vuelta en duermevela por el cansancio acumulado, tranquila. Paramos en el mismo sitio a mitad de camino que en la ida para estirar las piernas. Llegamos a Valencia ya tarde. Esa noche sí dormimos bien. Y alguien al día siguiente aún seguía con la cantilena del “Hotel Mayoral; servicio de despertador”.

Pedro García


Domingo 22 de junio de 2008